Dwayne Johnson estaba destinado a convertirse en una estrella. Primero saltó a la fama mundial gracias a sus años como luchador de wrestling y poco después dio el salto al cine dando vida al Rey Escorpión. Desde entonces ha trabajado de forma incansable, primero con cintas destinadas a un público más familiar y luego centrando su carrera en su faceta de héroe de acción. El público demanda sus películas y los productores se lo rifan.
Eso puede acabar provocando un agotamiento en el espectador, pero por ahora no hay síntoma alguno de ello pese a que solamente en 2017 pudimos verle hasta en tres largometrajes -además de la serie ‘Ballers’- y todo apunta a que va a seguir esa línea durante bastante tiempo. Ahora es el turno de ‘Proyecto Rampage’, adaptación de un popular videojuego de recreativas que cuenta con un puñado de escenas inolvidables pero que no da la talla en las demás.
El desgaste de Dwayne Johnson
Casi todo es debatible en este mundo, pero dudo exista el más mínimo argumento para decir que Dwayne Johnson no derrocha carisma. Se podrán discutir sus dotes interpretativas y también que te caiga bien o mal, pero eso es indiscutible. No obstante, también hay que saber administrar el carisma, pues si te apoyas únicamente en eso puede llegar un punto en el que te pase lo mismo que a Bruce Willis y tu carrera se hunda sin remedio.
Con esto no quiero decir que Johnson vaya camino de ello, pero sí que durante una parte importante del metraje de ‘Proyecto Rampage’ se muestra demasiado cómodo recurriendo a sus armas habituales en lugar de hacer algo para que su personaje realmente sobresalga sobre el de otras producciones suyas. Y aquí hacía falta otra cosa para dar vida con suficiente credibilidad al primatólogo protagonista.
Se agradecen algunos instantes cómicos, porque son efectivos pese a ser de lo más simples, pero también hay que dar algo de entidad a un punto esencial para entender el nexo que le une a George, el gorila albino que se convierte en un monstruo gigante tras un experimento que sale mal y que le infecta de forma un tanto azarosa. Ahí la cosa resulta un poco endeble por la tendencia de Johnson a recurrir a sus armas habituales pero con un enfoque algo más serio de lo habitual.
El brillo intermitente de ‘Proyecto Rampage’
Hasta cierto punto me recordó al caso de ‘San Andrés’ (‘San Andreas’), dándose la casualidad de que ambas comparten a Brad Peyton, un director funcional que al menos sabe dotar de cierto sentido del espectáculo a las escenas de acción. Aquí viene a suceder lo mismo, brillando de forma clara en su tramo final, pero a cambio resulta bastante intrascendente siempre que la acción ha de quedar en segundo plano en beneficio del desarrollo argumental o de personajes, donde la cosa flojea bastante.
Ese punto se compensa en parte introduciendo escenas de acción con cierta regularidad, incluso a costa de dar más cancha a personajes que podrían haber dado mucho más de sí –pienso sobre todo en Joe Manganiello-, pero además de avivar el interés de forma puntual también sirve para resaltar de forma más clara la irregularidad del conjunto